noviembre 2010


Auch jetzt erschrecke ich wie alles beim
Schreiben und Sprechen zu Silben und Vorsilben
wird und Rücken an Rücken in den Regalen
zu Büchern
fünf Buchstaben kürzen ein Leben
auf ein Wort zusammen und zehn, nein elf
sprechen von einem Jahrhundert und
Schicksale brauchen noch weniger Lettern
eine Silbe genügt daß wir Bescheid
wissen ob einer lebt oder ablebt
o diese Kürze der Sprache die es nicht fassen kann


Incluso ahora me asusto de cómo, hablando y escribiendo,
todo se vuelve partículas y sílabas
y lomos tras lomos en las estanterías
se vuelven libros
cuatro letras abrevian una vida
a nada más que una palabra y cinco, no cuatro,
hablan de un siglo y pocas más precisan los destinos
una sílaba basta para que sepamos
si uno vive o desvive
ah, tan conciso este idioma que no puede abarcarse

Walther Petri

(interpretación de C. Navarro)

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Hier

Mijn stappen in deze straat
Weerklinken
……………….in een andere straat
waar
…….ik mijn stappen hoor
passeren in deze straat
waar
Slechts de mist werkelijk is

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Soms komt een reiziger aan in een stad
die hem om een of andere reden verbijstert.

A veces llega un viajero a una ciudad
que por una u otra razón lo sorprende.

Mustafa Stitou«Soms besluit een vrouw te gaan liggen op bed…»

***

Antier recogí en el Templum Salomonis de la esquina de Nieuwsteeg y Kloksteeg, frente a la Pieterskerk, el primer encargo, De Tachtijarige Oorlog in Spaanse ogen («Opiniones españolas sobre la Guerra de los Ochenta Años») de Yolanda Rodríguez Pérez, y hoy me avisan de que ya ha llegado el segundo encargo, Orde en trouw («Orden y lealtad») de Willem Otterspreer sobre Johan Huizinga. Quizá aún me dé tiempo a encargar alguna de las ediciones de la antología de Gerrit Komrij, De Nederlandse poëzie van de negentiende en twintigste eeuw in duizend en enige gedichten («La poesía neerlandesa de los siglos xix y xx en 1.001 poemas»). Confieso que aún me desconcierta que Komrij haya disfrutado la condición de «Poeta de la Patria» (Dichter der Vaderlands) casi igual que me parece curiosa –soy en realidad un paleto sin remedio– que la misma condición la ostente ahora mismo Ramsey Nasr (de origen palestino, de lengua neerlandesa y de ciudadanía holandesa) o que este invento tan patriótico sea una iniciativa privada del NRC Handelsblad, es decir, de un diario de tirada nacional (que luego de escribir esto me describen como un periódico de «listos de centro-izquierda», por si a alguien le interesara). Resulta que lo vi el otro día en la televisión (puro zapping; mi holandés de charlatán tartamudo no me da para más) fueron los funerales de Harry Mulisch y Kitty Courbois estaba leyendo un poema de Nasr en honor de Mulisch. En esto consiste también aprender un idioma: en rebobinar.

La antología de Komrij me da ocasión de fijarme en otro de esos términos fruto del ingenio bífido de los hacedores de palabras neerlandeses: bloemlezing («lectura florida», si nos pusiéramos lexicográficamente rigoristas o calvinistas). Es decir, antología. O lo que es lo mismo y se acerca más al neerlandés: florilegio. De momento ninguna de estas curiosidades léxicas ha superado la wijsbegeerte, el «deseo de saber», que tiene por contraparte latinada la filosofie. Tiene algo de resumen de cualquier ambición de escudriñar el universo que las universidades holandesas puedan disponer, por mor de su idioma de trabajo (que no es el inglés, se los aseguro, aunque ustedes se lo crean) una fakulteit der wijsbegeerte, una «Facultad del Deseo de Saber» (mientras que no se quede en el deseo, piensa seguramente el descreído latino…)

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De Top

Het geschrevene dat diegenen nalieten
Op wie jouw angst zich beroept kan je niet redden;
je bent de anderen niet en je weet je thans
Centrum van het labyrint dat jouw stappen
Vlochten. Niet de doodsstrijd van Jezus
Noch die van Socrates, noch de sterke gouden
Siddharta die bij het doven van de dag
De dood in een tuin aanvaardde zal je redden.
Stof is ook het woord geschreven door
Jouw hand of uitgesproken door jouw mond.
De Hades kent geen mededogen
En de nacht van God is eindeloos.
Je bent gemaakt van tijd, de onophoudelijke
Tijd. Je bent ieder afzonderlijk moment.

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Hai unha casa branca. Agardareite
Aireando os seu cuartos,
Abrindo as contras, para que a luz reciba
Aquilo que foi meu;
Ordenando papeis dos meus esquezos,
Libros daquela, versos
Por rematar aínda,
Escuros calendarios que escribiron
Anos mozos e nomes de rapazas.

Hay una casa blanca. Te esperaré / Aireando sus cuartos, / Abriendo las ventanas, para que tenga luz / Aquello que fue mío; / Ordenando papeles de lo que he olvidado, / Libros de entonces, versos / Que están sin acabar, / Oscuros calendarios que escribieron / Años jóvenes y nombres de muchachas.

***

Sin proponérmelo demasiado, y aún sin pensarlo porque pensarlo, lo que se dice pensarlo, solo se me ha ocurrido pensarlo ahora mismo que escribo esto, me he visto inmerso en una costumbre inesperada en cada ciudad a la que he tenido que ir porque, por paradójico que parezca, por mucha que sea la evidencia de que Alfonso de Zamora fue un tipo tirando a sedentario (Zamora –o cerca de la ciudad–, Salamanca, Alcalá de Henares y ahora parece que Toledo), para intentar entender su vida y milagros hay que echarse a andar de Madrid a El Escorial, de Salamanca a Nápoles, de Roma a París, de Londres a Vitoria (o Gasteiz) para acabar en Leiden y dejar, mal que pese, de lado a Orihuela, porque uno solo llega a lo que puede llegar y llega poco, no nos engañemos.

La costumbre inesperada de que les hablo hoy es consecuencia directa de mi mala memoria: cada vez que viajo se me olvida en Madrid (ahora) y se me olvidaba en París (antes) el metro de modista. Esto del metro de modista sirve, claro, para medir manuscritos. Porque los manuscritos hay que medirlos. Me preguntaba hoy Abú Maadnús (nunca deja de estar cerca aunque ande lejos) que si lo mío era más la codicología (sacarle la sisa a la costura de los manuscritos, como si dijéramos) o la filología (echarle un remiendo a las palabras que desgasta la usura del tiempo y la incuria de los hombres, digamos para entendernos). En realidad (le tendré que decir) lo mío son ambas cosas, junto con la lengua, claro (como si no lo hubieran notado por aquí con lo pesado que me pongo) junto con la historia que entra también en el lote, porque está muy feo dejarla fuera, a la intemperie de los que abusan del recuerdo, que son en general muchos y a veces bien organizados aunque, en no pocas ocasiones, sencillamente ignorantes irredentos. Pero, si algo de verdad es lo mío, es que se me olviden los metros de modista en todas partes. Lo que tiene consecuencias inesperadas, que es de alguna manera lo que tenía intención de contarles hoy (ya veremos si me sale). Por ejemplo, coleccionar sintagmas polisémicos en muchas lenguas. Así, sin proponérmelo, le he buscado colegas al metro de modista que dice mi madre (y que yo heredo felizmente) por media Europa: en Francia he comprado –casi diría que por docenas– mètres ruban (significante que comparte significado con un mètre de tailleur). En Italia fue la serendípica búsqueda de un metro da sarto lo que me llevó a darme de bruces, como no podía haber sido de otra manera, con el ejemplo más afinado de alfayate que imaginarse uno pueda: los sastres judíos y, como quizá recuerden ustedes, que tendrán mejor memoria que yo, encontré lo que buscaba en el antiguo Ghetto de Roma.

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Yet if Meursius had his biases, and sometimes expressed them, he also conveyed something true about the university he had loved – and about other universities. Universities – and the ideals they supposedly embody – are more fragile than they seem. The conditions that foster real changes in teaching are hard to create and preserve. Leiden would, of course, recover much of its greatness, as conditions changed again in the middle decades of the seventeenth century. But it was not consistently the research-oriented, creative university that Dilthey saw as he looked backwards. Athenae Batavae, Meursius’ envoi to the research imperative, praises great men – and reminds its readers, even now, of the hard, vital facts of academic life.

Pese a que [Johannes] Meursius [= van Meurs; «Juan Meursio», ] tuviera sus propios prejuicios, y los expresara algunas veces, formuló también algunas verdades respecto de la universidad que amó, y sobre otras universidades. Las universidades, así como los ideales que estas habrían de encarnar, sufrían de una condición más frágil de la que aparentaban. Los factores que llevan a cambios significativos en la forma de enseñar resultan difíciles de provocar y preservar. Huelga decir que Leiden logró recuperar mucho de lo que la había hecho grande, según fueron cambiando de nuevo los factores en las décadas centrales del siglo xvii, pero se dejó en el camino su modelo de universidad orientada a investigar, creativa, que [Wihelm] Dilthey veía al mirar atrás. Athenae Batavae [«De la Atenas bátava»], la finida que propone Meursius hacia el imperativo de investigación, alaba a los grandes hombres a la vez que recuerda a sus lectores, también a los de hoy, lo propio de la vida académica, tan acerba como crucial.

Anthony Grafton, Athenae Batavae: The research imperative at Leiden, 1575-1650, Leiden, Primavera Pers, 2003, «Scaliger Lectures», n.º 1, págs. 30 y 31.

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