Anche qui l’analisi è superflua. («Aquí también resulta superfluo el análisis»).
Umberto Eco, Apocalittici e integrati,
cap. «La struttura del cattivo gusto», § «Il gattopardo della Malesia» (1964).
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Mi madre y mi tía, hablando el otro día (sobremesa en familia) sobre J., una vecina de mi tía. –Lo que pasa–, afirma mi madre, –es que J. es muy «mística»–. Inquiero: –Sí, muy «mística». Que es muy rara. Muy pesada–. Ah.
Una semana y pico después, saco el tema. Que no, que J. ya no es mística (–Ah–, reitero). Que no puede ser. Que lo que es J. es muy pesada. Que «mística» era, por ejemplo, la tía F. –Esa sí–, remachan al unísono papá y mamá. –Que esa era muy ñoña–. (–Coña–, pienso). Luego saco en conclusión que la tía F., que en paz descanse, era ñoña, pesada y, sobre todo, bastante hipocondríaca (por lo que me dicen. Tampoco es que yo la tratara mucho). –Coña–, me repito a mí mismo para mis adentros,–a ver si el «místico» voy a ser yo. Y encima no me entero nada–. Pero el caso es que la muerte le dio postrera victoria a la hipocondría de la tía F.: al final, efectivamente, se murió. No hay nada como apostar a lo seguro.
Me cuentan una anécdota (una más) suya, de él, funcionario de carrera en una universidad española, heterónima alcalaína más concretamente. Que un día, no hace mucho, había llegado a las nueve, a la hora de fichar en su negociado contable, y que a las nueve y media le había dicho al jefe (del negociado): –Me voy a tener que ir porque hoy estoy melancólico y no puedo más–. Luego le corrigen a quien me lo cuenta: que no, que presentarse en el trabajo ni llegó a presentarse: que llamó por teléfono (–¡Benditos tiempos modernos! ¡Viva la numerasión! ¡Menudo tipo ese Alejandro Graham Bell!–, se me ocurre mientras me lo cuentan) para decir que se había levantado melancólico y que ese día no iba a poder ir a trabajar. La inserción de la dispensa de no poder ir a trabajar en lugar de un somero y expeditivo no voy a ir a trabajar no es, sin embargo, segura. La tradición oral, ya se sabe, es fundamentalmente creativa aunque aporte siempre un poso de innegable verdad, casi metafísica.
Le pregunto, a quien me cuenta la anécdota, que si va a instar (el jefe de negociado) esa cosa tan española como la de pasar expediente: incoar expediente. Ni borracho. Y me acuerdo de otro hallazgo léxico del catalán de Elche y andurriales cercanos que nos proporcionaba el otro día Joan-Carles: alburratxo, fabulosa mezcla (sospecho) de falso arabismo, castellanismo sonoro en catalán (¡burro!) y feliz sufijo despreciativo romandalusí (-atxo).Y no, no es ser un bebedor empedernido: significa el mentecato sin remisión. Como el funcionario protagonista de la anécdota: no es culpa suya, en realidad. Es que no tiene remedio:
El ojo del acedioso se fija en las ventanas continuamente y su mente imagina que llegan visitas: la puerta gira y éste salta fuera, escucha una voz y se asoma por la ventana y no se aleja de allí hasta que, sentado, se entumece. Cuando lee, el acedioso bosteza mucho, se deja llevar fácilmente por el sueño, se refriega los ojos, se estira y, quitando la mirada del libro, la fija en la pared y, vuelto de nuevo a leer un poco, repitiendo el final de la palabra se fatiga inútilmente, cuenta las páginas, calcula los párrafos, desprecia las letras y los ornamentos y finalmente, cerrando el libro, lo pone debajo de la cabeza y cae en un sueño no muy profundo, y luego, poco después, el hambre le despierta el alma con sus preocupaciones.
Pues eso: un «melancólico». Y yo debo de estar hecho un «místico», definitivamente.
Me vuelvo al siglo xvi. No es que fueran mejores aquellos gachós, que quede claro.
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Detalle de El éxtasis de Santa Teresa de Bernini (1647-1651), iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma. «Leño que usaba Santa Teresa como almohada», foto de Kelly Crull, 18 de diciembre de 2003.
(El lingüista accidental, vii).
septiembre 16, 2010 at 5:17 pm
Aparte de estar melancólico, otro día se queda dormido en el trabajo, otro día se echa un regüeldo, otro día llega a trabajar con una resaca que no se tiene, todos los días se fuma un cigarrillo de cinco minutos cada media o tres cuartos de hora, todos los días se va a desayunar tres cuartos de hora, todos los días se va a comer a la cafetería y no ficha, ningún día se ducha, todos los meses se lleva al bolsillo dos mil euros…. Y todo esto, señores, sin despeinarse.
septiembre 16, 2010 at 5:20 pm
Ante todo elegancia. E hidalguía.
septiembre 16, 2010 at 5:22 pm
Se me ha olvidado decir que guapo, es un rato guapo.
septiembre 16, 2010 at 5:24 pm
Y del salero, ¿qué se hizo?
septiembre 16, 2010 at 5:43 pm
Saleroso, saleroso, en todo el mundo es conocido, el arte y el duende que vive en La Coruña
septiembre 16, 2010 at 9:20 pm
Me he reído con lo de la tía hipocondriaca que le apuesta a lo seguro. Aún no entiendo el significado Plumed de «mística», ¿pesada? aquí en la jerga de tías «mística» sería que es esotérica, que cree en las piedras y en las flores de Bach y en el tarot. Pero bueno, después de ver la almohada de Sta. Teresa, un respeto a las místicas!
septiembre 16, 2010 at 11:04 pm
Lo había dejado enlazado un poco de refilón, pero el «místico» familiar (¿aragonés?) tiene… parentela ultramarina: corresponde a la quinta acepción de la segunda entrada de «místico» en el DRAE: ‘5. adj. And., Col., Hond., Pan., P. Rico y Ven. melindroso.’ Según el DRAE, es un término atestiguado en Andalucía, Colombia Honduras, Panamá, Puerto Rico y Venezuela. Y ahora, también, Aragón.
septiembre 17, 2010 at 11:37 am
Lo de la melancolía no sé quién lo puso de moda -¿Juaristi, quizás?-, pero adquirió, al hacerlo, una gran responsabilidad. Esta mañana, en no sé qué tertulia televisiva -estoy en la habitación de un hotel-, ha sido usada una hartá de veces. Para explicar lo de Sarkozy, los gitanos y Europa; en relación a Rajoy, los marroquíes y Melilla; … hasta para perorar acerca de la eterna crisis económica, los sindicatos y los liberados…
En dos palabras, im-presionante. Como el post.
Saludos desde Granada, donde corro el riesgo de convertirme en un borrachuzo -la vida académica es lo que tiene.
septiembre 17, 2010 at 6:10 pm
Un buen día se levanta -D. Funcio Alburratxo- y se da cuenta que los veinte días hábiles o la fecha límite de presentación del expediente de la subvención –lleva tres meses en su bandeja-acaba ese mismo día y que ha de trabajar 16 horas seguidas para que documentación, anexos, pólizas y sellos estén dentro del plazo legal.Debe evitar, a toda costa, un «expediente disciplinario» por dejación grave de sus funciones.
Presumirá entonces -ante amigachos y politicastros- que sus jornadas laborales son a menudo de 16 horas y que nadie reconoce su dedicación horaria por un sueldo mísero que tan solo dobla el del común de los mortales en tiempos de crísis.
Tribulaciones y sinsabores de D. Funcio Alburratxo (anónimo, 2010).
septiembre 17, 2010 at 8:35 pm
Menudo «corrío venezolano» nos has venido a contar. Místico o pánfilo no sé si será el señor, pero ¡no se le pasa una!
De lo otro, búsquenle la vertiente poética: los humores melancólicos, mal tan decimonónico, encajan a las mil maravillas con formas de docencia y canonjía de la misma época.
septiembre 19, 2010 at 1:17 pm
Yo es que, Juaristi, aunque sea «correligionario»… Qué quieres que te diga: si solo fuera eso lo que hubiera que achacarle. Y no me mientes a los gitanos y Europa, Àngel, hombre de Dios, que aún me caerán collejas desde París. Recontra…
Por lo demás, como ya le dije a otro una vez: es usted un hooligan del elogio, diantre. Y por la curda granadina: post jucundam juventutem, nos habebit humus… Sursum corda!
septiembre 19, 2010 at 1:18 pm
En fin, Joan-Carles, si fuera solo un cuento corto en vez de un novelón de proporciones decimonónicas. Ay, ay…
septiembre 19, 2010 at 1:19 pm
¿El señor? Un mefistofélico alburratxo, Alexandre. Y respecto de lo demás: somos muy humboldtianos en la universidad española, dicen. Que Santa Lucía les conserve la vista, angelets…
noviembre 8, 2010 at 8:53 pm
[…] día no sea que nos envuelva el espíritu de Scaliger que recordaba el otro día Abú Maadnús: «mélancoliques: tous ceux qui ont estudié le sont» (‘melancólicos: tales son todos los que hayan […]