Uns ulls cansats de mirar tots els temps.

A ti me acojo, madre de tierra sola. Araño tus rodillas con uñas sucias. Invoco un nombre o secreta consigna, madre de polvo, secuestrada esperanza. Mientras el fuego grande o la ferocidad sigue caminos, sigue caminos hoscos, me agarro a ti, hueso que yo más amaba y canto un día de mañana sin límite. El camino claro, el idioma profundo: un alfabeto fosforescente de piedras, un alfabeto siempre con la llave en la cerradura, el destino intacto, el sendero de luz. ¡Siempre, de noche, iluminado, terco, un hermoso futuro, una augusta comarca! ¡Serás la levadura que hace que suba el pan, serás el surco y serás la cosecha, serás la fe y la medalla oculta, serás amor, serás ferocidad. Serás la llave que abre todas las cerraduras, serás la luz, la luz ilimitada, serás confín en que la aurora empieza, serás candeal, escalera alumbrada! Serás el pájaro y serás la bandera, himno fecundo de que vuelva la patria, trozo arrancado del emblema que sube. Yo subiré píamente los peldaños y cuando llegue al fin entonaré la oración de los bienes que siempre me has devuelto.

Vicent Andrés Estellés, («M’aclame a tu»), Soneto xii, Llibre de Xàtiva, 1980.

La solución, el miércoles que viene. Mientras, viviu, mengeu, beveu, apreneu i desapreneu.