Es así, Rocamadour: En París somos como hongos, crecemos en los pasamanos de las escaleras, en piezas oscuras donde huele a sebo, donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freímos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos, todo lo que hacemos el amor, parados, acostados, de rodillas, con las manos, con las bocas, llorando o cantando, y afuera hay de todo, las ventanas dan al aire y eso empieza con un gorrión o una gotera, llueve muchísimo aquí, Rocamadour, mucho más que en el campo, y las cosas se herrumbran, las canaletas, las patas de las palomas, los alambres con que Horacio fabrica esculturas. Casi no tenemos ropa, nos arreglamos con tan poco, un buen abrigo, unos zapatos en lo que no entre el agua, somos muy sucios, todo el mundo es muy sucio y hermoso en París […].
«Rue de Paname», del disco Rue du temps de Les Ogres de Barback
noviembre 17, 2008 at 10:49 am
Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinamos. Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego.
cap. 73
noviembre 19, 2008 at 12:34 pm
«Del amor a la filología, estás lucido, Horacio.»
Por resumir: imprescindible:
http://rayuelafotoblog.manrocker.com/index.php
Como dicen en la canción, C’est que parfois à Paris, c’est la joie et la folie.
noviembre 19, 2008 at 3:42 pm
La culpa la tiene Morelli que te obsesiona.
Merde, alors!
noviembre 29, 2008 at 5:06 pm
la cançó és de les més ben parides que s’han fet en francès.
París sí que és un poc dius, servidor està fet pour la campagne.
diciembre 6, 2008 at 1:33 am
Grandíssims estos Ogres, grandíssims. A mi em va tocar, per circumstàncies de la vida, viure a Passy però sempre he tingut vocació de Paris Est i de Belleville, supose que per la hiperconcentració de xinesos, moros, jueus-que-mirats-de-prop-són-moros i africans. Ara pare per la banda de la Porte de Bagnolet i estic més feliç que una mona. A banda, anar a un concert dels Ogres és una experiència escalifragilísticoespialidosa: «Dans un bateau plein d’émigrés / qui venaient tous de leur plein gré / vider les poubelles à Paris» i quan s’ajunten amb d’altres de la mateixa calaña, ja és de clàssic absolut. La canonització del bal musette estil bellevillois.
A mi és que hi ha alguns, com el Manu Chao, que en acabant de escoltar-me’ls tres vegades seguides, m’avorrixen a mort. Però amb els Ogres, mai, mai. I a més em donen la pêche per a fer dissabte…
Doncs res, benvingut per esta banda, tan virtual com francilienne i que els déus de França (el foie-gras, la râle, la CAF) et duguen ventura. Salut à toi!
febrero 12, 2010 at 8:33 pm
Y cualquier día encuentras a la Maga, inminente, cruzando el pont des arts, creyendo que hay libros de menos de una gran lista de imprescindibles, buscando en la rue St. Denis el destino entre las líneas de la mano. Un abrazo.
febrero 12, 2010 at 8:34 pm
El día menos pensado. Recíproco, el abrazo.